El inconsciente, ¿motor oculto de nuestra vida?

Resumen

El inconsciente es la parte de nuestra mente que no es accesible a la conciencia en un momento determinado. En el inconsciente se acumulan experiencias emocionales, emociones, sentimientos, recuerdos, pensamientos, de manera especial de los primeros años de nuestra vida. Se trata de contenido de alto significado emocional de nuestro periodo preverbal y presimbólico. Freud fue el primero en aportar teorizaciones explicativas del funcionamiento mental inconsciente. Para ello sugirió que la mente estaba dividida en niveles que entraban en conflicto: consciente, preconsciente e inconsciente. Posteriormente sugirió otro modelo de funcionamiento: yo, ello y superyo que también tenía una dimensión consciente y otra inconsciente. El psicoanálisis postfreudiano ha ampliado las aportaciones freudianas en el diálogo con otras dimensiones de la ciencia: acentúa la comprensión de los procesos mentales y funciones mentales incorporando los avances de la neurociencia. El psicoanálisis relacional incorpora las aportaciones de la neurociencia y los estudios de desarrollo psicológico temprano y sugiere una comprensión del inconsciente a partir de una metodología psicoanalítica basada en el diálogo terapéutico paciente-analista que promueva el descubrimiento de la dimensión implícita inconsciente.

¿Puede nuestra vida tener un motor que nos sea oculto? Si respondemos que sí queremos decir que suponemos que algo de nosotros, de nuestra interioridad mental, escapa a nuestra conciencia. De ahí la palabra inconsciente, que literalmente significa «no consciente». El motor oculto de nuestra vida, el inconsciente, estaría oculto a los ojos de nuestra conciencia. Así para entender qué es el inconsciente debemos ponerlo en relación a la conciencia.

¿Qué es el inconsciente?

El inconsciente designa una parte de la mente que guarda pensamientos, sentimientos, recuerdos, emociones, deseos no accesibles a la conciencia en un momento determinado. La relevancia de esta parte inconsciente, oculta a la conciencia, es que influye en nuestro comportamiento, emociones, pensamientos, decisiones. Así pues, el inconsciente determina nuestra experiencia de vida.

¿Cómo hipotetizar la existencia del inconsciente, esa parte oculta de la mente? El psicoanálisis ha identificado una vía de acceso: la manifestación de fenómenos mentales como los actos fallidos, sueños, pensamientos o argumentos inconexos. Hay determinado material de la intimidad mental de la persona que no se expresa de forma espontánea, libre, sino que queda censurado por la conciencia. La mente acumula experiencias emocionales internas que no pueden vehicularse en la exterioridad de las relaciones humanas, pero que permanecen en algún espacio mental íntimo. Y que presiona al sujeto para exteriorizarse, de alguna manera.

El desarrollo del concepto del inconsciente se atribuye al padre del psicoanálisis: Sigmund Freud. En el estudio de sus pacientes afectados de síntomas mentales, Freud vió el conflicto que se producía entre una y otra parte de la mente. Esta realidad del conflicto mental le llevó a hipotetizar la existencia de niveles de la mente que, inicialmente, teorizó como inconsciente, preconsciente y consciente. Así, ya a finales del siglo XIX y principios del XX se desafiaba la idea de que la mente estaba totalmente controlada por la conciencia.

El psicoanálisis diseñado por Freud se presentaría como la metodología adecuada para acceder a esta parte oculta, inconsciente, de la mente. Más de un siglo después del descubrimiento freudiano el concepto de inconsciente se presenta como un recurso útil para entender al ser humano. El acceso al inconsciente ayudaría a comprender mejor quiénes somos, qué nos pasa por dentro y comprender por qué actuamos como actuamos.

¿La mente, dividida?

La aportación psicoanalítica ha caracterizado la teorización de la división de la mente: la mente humana es de alta complejidad. El propio Freud determinó una segunda configuración de la mente en base a instancias psíquicas: el yo, el superyo y el ello. Estas instancias –que no serían sino configuraciones motivacionales– y la interacción entre ellas explicarían determinados comportamientos, pensamientos, emociones. Asimismo, las instancias psíquicas también podrían ser accesibles a la conciencia, en una parte, e inconscientes, en otra parte.

El inconsciente ¿motor oculto de nuestra vida?. Rostro de mujer sorprendida.

El ello representaría la parte de las pulsiones libidinales y agresivas -básicas en el ser humano- que pugnarían por expresarse de acuerdo con el principio del placer. Es decir, de acuerdo con la voluntad de satisfacción inmediata. El yo representaría la parte más organizada que regula las pulsiones e intermedia con las exigencias del mundo externo, de acuerdo al principio de realidad. El principio de realidad expresaría la idea de la ponderación. Estas exigencias externas representarían al superyo, que sería incorporado por el yo a fin de controlar los desbocamientos de los impulsos sexuales y agresivos.

Así, las construcciones freudianas trataban de explicar la complejidad de la vida mental, sugiriendo vértices explicativos. Las teorizaciones postfreudianas han apuntado ampliaciones de las sugerencias de Freud. La aportación de Jacques Lacan es especialmente sugerente cuando afirma que el inconsciente se estructura como un lenguaje. El inconsciente es el discurso del Otro; de modo que el inconsciente recoge los efectos de la palabra de los demás sobre el sujeto. En Lacan el inconsciente es entendido como un saber sobre el sujeto, desconocido por el sujeto. El psicoanálisis actual tiende a visiones más integradoras de los contenidos mentales en dinámica interacción entre la conciencia y el inconsciente. Se acentúa la comprensión de los procesos mentales y funciones mentales incorporando los avances de la neurociencia.

La aportación de los estudios neurocientíficos.

La neurociencia ha significado un aporte primordial en la comprensión de los procesos mentales que se producen de forma automática y no consciente. Gracias al automatismo incorporado, la atención consciente se libera del esfuerzo deliberado en la realización de muchos procesos de decisión. Muchos procesos automáticos liberan la mente del esfuerzo y descansan en la eficiencia cerebral. Entre tantos: respirar, andar, recordar.

Los procesos no conscientes permitirían también la toma de decisiones rápidas sin procesos de deliberación consciente. Serían especialmente útiles cuando la conducta humana estaría determinada por la comprensión no necesariamente consciente de los contextos emocionales, sociales, de peligro, etc. Sería el caso de las respuestas emocionales automáticas. Determinados procesamientos visuales y auditivos, subliminales, se pondrían en marcha de forma automática, sin la participación consciente.

Los estudios de la neurociencia social y afectiva muestran el aprendizaje que realiza el cerebro de estos procesos automáticos y no conscientes. La inteligencia emocional demostraría cómo el cerebro, particularmente, el sistema límbico -y la amígdala, en particular- ayudan en la internalización de conductas intuitivas afectivas. Entendido que requerirían del neocórtex para el procesamiento racional y la toma de decisiones, a partir de la involucración del sistema límbico.

Así, la neurociencia abona la hipótesis de la concepción del inconsciente de la psicología cognitiva contemporánea que disiente de la psicoanalítica, freudiana o postfreudiana. Ya John Watson, en el siglo pasado, criticó la noción psicoanalítica de mente inconsciente para proponer el énfasis en lo observable. Esta crítica de padre del conductismo al psicoanálisis ha sido respaldada por la psicología cognitiva, en sus diferentes oleadas. Al igual que por un puñado de filósofos, entre ellos Wittgestein, Searle, Popper, Foucault, Bunge.

El inconsciente implícito o relacional.

La noción de inconsciente implícito -o relacional- hace referencia a todas las experiencias emocionales, cognitivas y psicomotoras que ha acumulado una persona en su vida. Especialmente en los primeros años de su vida; se trata de experiencias no simbolizables ni verbalizables que nunca se olvidan. Según la concepción psicoanalítica relacional, esta acumulación experiencial está inscrita en las redes y circuitos neuronales y constituye la memoria implícita o no declarativa. Forma la base del carácter personal, condiciona la forma de relacionarnos con los demás, con nosotros mismos y con el mundo.

Mientras la memoria declarativa o explícita suele recuperarse a partir de los 5 años, la memoria implícita o no declarativa a partir de los 3 años. ¿Por qué? ¿Por la represión de las pulsiones libidinales y agresivas? No. Por la falta de maduración del hipocampo -como del hemisferio izquierdo- que no comienza hasta después de los 18 meses. Las experiencias emocionales vividas por el niño en la etapa preverbal y subsimbólica configuran una estructura que influye en todos los estados mentales y somáticos. A la vez que es influida por ellos. La progresiva maduración cerebral hará que los elementos subsimbólicos y no verbales enlacen con las experiencias simbólicas y verbales de la memoria declarativa. De modo que intervengan en las respuestas frente a las actuales interacciones interpersonales. Cosa que pondrá de manifiesto que el inconsciente es motor oculto en nuestra vida.

Hacer consciente al inconsciente.

Freud acuñó esta expresión queriendo significar el sentido del trabajo psicoanalítico respecto al inconsciente: hay que hacerlo consciente para ensanchar el horizonte de conocimiento intrasubjetivo. ¿Cómo? Con la metodología psicoanalítica. El psicoanálisis inventa una metodología para desmantelar las defensas frente al desvelamiento del inconsciente. Dado que el contacto con el inconsciente provoca dolor mental, es necesario censurarlo; es necesario escindir la mente consciente de la inconsciente. Así, el desvelamiento del inconsciente deberá ser progresivo. Se deberá proceder cuidadosamente; con la cura psicoanalítica.

El psicoanálisis relacional, incorporando los descubrimientos neurocientíficos y el estudio del desarrollo psicológico precoz, diseña otra comprensión. ¿En qué se basa? Veámoslo. La dimensión explícita, susceptible de ser vebalizada, deriva de la dimensión implícita que es anterior a ella en su constitución. En la atención psicoanalítica debe accederse a ella. ¿Cómo? A través del diálogo paciente-terapeuta que promueva la función reflexiva del self, la terceridad analítica, en la que el sujeto se autoobserve a sí mismo. La plena conciencia reflexiva debida al diálogo paciente-analista debe llevar al descubrimiento de las experiencias implícitas, inconscientes, que tiñen los patrones emocionales perturbadores. Al hacerse explícito lo implícito, al explicitarse el inconsciente, se vuelve susceptible de ser comprendido y modificado.

Hacer consciente el inconsciente es necesario para el cambio psíquico en una experiencia psicoanalítica que sea terapéutica. ¿Pero qué hace terapéutica la experiencia psicoanalítica? La posibilidad de desestabilizar el estado atractor de la mente del paciente, por el que está -digámoslo así- programado por razón de su dimensión implícita. Promoviendo la posibilidad de otro estado atractor más flexible, abierto al diálogo con el entorno y con mayor capacidad de autoorganización evolutiva. De adaptación a la realidad, externa e interna. La modificación del inconsciente relacional no se limita al nivel cognitivo gracias a la sintonización psicobiológica de las mentes de paciente y analista.

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