La culpa podría definirse como un sentimiento de contrariedad para el yo de la persona que lo siente y que es causa de malestar. La culpa sería una convicción subjetiva de que se ha hecho algo mal; por acción, por omisión de una acción, por la presencia de un pensamiento o sentimiento. La culpa remite a la representación de un agresor, el transgresor, y de un agredido, el ofendido. El miedo que despierta la culpa es que el agredido actúe vengativamente: "Si hago daño a alguien, me harán daño a mí". La salida de la culpa pasa por la reparación del mal. En el caso de la externalización de la culpa, atribuir la culpa al otro, el proceso es más complicado. Desde la atención psicológica, especialmente desde la psicoterapia psicoanalítica, se trata de explorar la comprensión de las raíces de la culpa.
La culpa es un sentimiento que podemos sentir los seres humanos frente a diferentes circunstancias. Dado que es un sentimiento difícil de tolerar, en determinadas situaciones, se tiende a atribuir la culpa al otro: la culpa es tuya.
La culpa podría definirse como un sentimiento de contrariedad para el yo de la persona que lo siente y que es causa de malestar. Cuando se siente culpabilidad algo se desarma en la propia intimidad mental. Esta contrariedad que se registra en primer lugar en la mente, en forma de ideación, también puede traducirse en la conducta. Que se registre en la intimidad mental no significa que la persona con sentimiento de culpa sea consciente de ello; la culpabilidad puede ser inconsciente.
La culpa sería una convicción subjetiva de que se ha hecho algo mal. Por acción, por omisión de una acción, por la presencia de un pensamiento o sentimiento que uno siente que no debería manifestarse en la conciencia. Cuando uno siente que uno ha hecho daño al otro, se puede sentir culpabilidad. La culpa puede ser entendida como cierta forma de inquietud interna de poder ser castigado por el otro por el mal infringido.
La culpa puede ser ocasionada, también, por lo que el propio sujeto pueda considerar como transgresión de los códigos que no deberían haberse vulnerado. Tales como creencias, actitudes, pensamientos, sentimientos, conductas, que no deberían haberse producido. La culpa tanto puede desvelarse en la mente por razones exclusivamente internas de la persona o por causa de la interacción con otro. Aunque la interacción puede ser interna, es decir, no es necesario que la culpabilidad se desvele en medio de la relación real con el otro. Basta con que la relación sea en la fantasía del individuo.
Por poco que se tenga conciencia de la cierta dosis de agresión que conlleva toda culpa, se puede temer la represalia del agredido. Es decir, la culpa es un sentimiento que se despierta por la agresividad que se pone en escena. La culpa remite a la representación de un agresor, el transgresor y de un agredido, el ofendido. El miedo que despierta la culpabilidad es que el agredido actúe retaliativamente. Así se entiende la incomodidad que siente quien está habitado por la culpa. El dolor de la culpa provoca la tentación de evacuarla fuera del yo y de tratar de acusar al otro: la culpa es tuya.
De alguna manera cuando se siente culpa, se siente inquietud. ¿Cuál es la inquietud que está en la base del sentimiento de culpa? Si la culpa es la impresión subjetiva de haber hecho algo mal, lo que se teme es perder la aceptación y el amor del otro. Ese otro, tanto puede ser otra persona, a la que se habría disgustado, como el propio yo, que sería crítico con la mala acción cometida.
El psicoanálisis siempre ha postulado que el sentimiento de culpa remite a una relación intrasubjetiva entre el yo y el superyó. El superyó sería una especie de instancia crítica con el yo que, en este caso, actuaría riñéndole por la decepción del incumplimiento. El Superyó se decepciona porque el yo no se ajusta al ideal del yo.
La culpa, una vez que aparece en la escena mental, ya provoca la alteración del yo. El yo ante esta alteración trata de defenderse, intenta restablecer el equilibrio que haya podido perder ¿Cómo? Con sentimientos de vergüenza, remordimientos, constricción, ideas obsesivas, penitencia, etc. Si se pudiera poner palabras a lo que la culpa provoca en el yo, sería el miedo al castigo, desde fuera o desde dentro. El contenido ideativo sería: «Si hago daño a alguien, me harán daño a mí».
Así, la culpa incomoda hasta tal punto al yo por haber hecho algo mal a sus propios ojos, que se ve obligado a reparar la situación. Protegerse de las consecuencias que el mal puede desvelar: el castigo. Repetimos: el castigo que puede ser infringido desde fuera o desde dentro. Lo que comportará que el yo culpable desarrolle acciones internas, mentales, o externas, conductuales, para aminorar el castigo.
La culpa puede aparecer en una variedad de presentaciones que van desde la normalidad a la psicopatología. En los casos más cercanos a la normalidad podemos encontrar complicaciones en forma de formaciones reactivas. Por ejemplo: falta exagerada de agresividad, amabilidad y benevolencia excesivas, negativa a competir, actitud de sumisión, etc. O, también, la indiferencia respecto de lo que le pueda ocurrir al prójimo. Será una cuestión del grado, la intensidad, la persistencia, de estas formaciones reactivas para poder pensar en reacciones de normalidad o de patología.
Las presentaciones del sentimiento de culpabilidad, especialmente, en los cuadros obsesivos y la melancolía pueden ser de riesgo ¿Por qué? En el caso de los trastornos obsesivos por cuanto los síntomas obsesivos-compulsivos pueden agobiar al sujeto fuertemente invalidando buena parte de su vida. Los síntomas obsesivos-compulsivos se pueden ver como una necesidad -inconsciente- de castigo que el sujeto se autoinfringe. En el caso de los trastornos depresivos, de características melancólicas, porque las autoacusaciones melancólicas pueden llevar, en casos extremos, al riesgo suicida. Riesgo suicida que también se puede presentar en casos obsesivos muy extremos, con mucho sufrimiento mental.
Las situaciones de trastornos mentales que tienen que ver con la culpa parten de una acusación, al otro, que es visto como objeto de amor. Hay una queja de quien se espera amor que, al ser queja del otro, es vivida con agresividad y, consecuentemente, con miedo a la venganza. Desde el psicoanálisis siempre se ha entendido que los reproches al otro se convierten en autorreproches al yo ¿Por qué? Para hacer más tolerable, más controlable, el miedo al castigo. Se tiene más control del castigo que uno se impone que del castigo que pueda venir del otro.
La mente humana está habitada por pensamientos, sentimientos, deseos, acciones que pueden chocar con las normas de lo que debe hacerse o no. Ésta es la función de la conciencia que aporta criterio de realidad respecto al mundo de los impulsos internos. La culpa es la señal de ese criterio de realidad que avisa al yo de si se ha vulnerado un límite intolerable. El malestar de la culpa es la prueba del descarrilamiento impulsivo: algo no ha ido como debería haber ido. Así, la culpa puede ser vista como la oportunidad de reparar el error cometido.
La salida saludable de la culpa es la reparación. Sin embargo, puede ocurrir que la culpa secuestre las capacidades de reparación del yo y que se intente hacer sentir culpable al otro. La proyección de la culpa haría que se acusara al otro de intenciones o acciones de que se sentiría culpable el propio sujeto. En ambos casos, el saludable y el maléfico, la culpa responde a la aparición de la conciencia en la escena. La voz de la conciencia que recuerda al yo lo que ha ocurrido en su interior. Mientras en un caso, en el saludable, se puede asumir la culpa, en el otro, en el maléfico, la culpa se externaliza.
La reparación permite la elaboración del sentimiento de culpabilidad y su modulación hasta alcanzar su eliminación. La externalización o proyección de la culpa comporta su persistencia y la prolongación del sufrimiento mental. Si creo que la culpa es tuya, no asumo mi malestar, que no se elabora y, por tanto, no puedo hacer limpio. La culpabilidad me perseguirá hasta que la vea en mí y empiece la elaboración del sentimiento de culpa.
Lo que interesa es comprender bien los motivos que conducen al sentimiento de culpabilidad para intentar revertirlo. Interesa tomar conciencia de la situación que genera culpabilidad, lo más objetivamente posible, y tratar de encontrar alternativas. Durante el proceso de toma de conciencia es necesario emplear energías de perdón de uno mismo y, en su caso, del otro. Con frecuencia encontramos escenarios mentales de baja autoestima en personas que tienden a sentirse culpables.
Desde la atención psicológica, especialmente desde la psicoterapia psicoanalítica, se trata de explorar la comprensión de las raíces de la culpa. El trabajo psicoterapéutico debe poder lograr la transformación del sentimiento de culpabilidad inconsciente en consciente, durante el análisis. El resultado puede ser el incremento del autoconocimiento, el crecimiento personal y una mayor calidad de vida.