Después de la ruptura de la relación de pareja ¿qué?

Resumen

La ruptura de la relación de pareja provoca una situación de inicial incertidumbre en sus protagonistas. La ruptura de la relación presupone un vínculo emocional que se había sostenido de acuerdo a unas expectativas y que se trunca por el advenimiento de la frustración. La relación no satisface como sí lo había hecho hasta entonces. El proceso de ruptura es diferente de unas personas a otras, de unas relaciones a otras. La ruptura del vínculo emocional supone un proceso de sufrimiento emocional que deviene un proceso de duelo. La elaboración del duelo por la pérdida facilita la posibilidad del planteamiento de una nueva relación de pareja, si así se desea. La ruptura de la relación puede propiciar la reflexión respecto de los factores que la han provocado. La consulta psicológica puede ayudar en la comprensión íntima de las condiciones personales que se han visto concernidas en la ruptura.

La ruptura de la relación de pareja presupone un vínculo previo. Nada se puede romper que no haya estado unido previamente. En este caso, la relación de pareja. ¿Qué configura una relación de pareja? La unión de dos personas; unión configurada por el vínculo afectivo que favorece el apego de uno con otro. Uno y otro que inician un “nosotros” que surge, precisamente, de la nueva configuración común que la unión ha creado. La persona individual, a partir del momento en que se vincula emocionalmente con el otro debe tenerlo en cuenta en el diseño de sus acciones. A menudo se ve al otro como complemento del yo -desde la individualidad de la persona.

¿Por qué se da el vínculo afectivo?

El vínculo afectivo se da porque se cree que la unión con el otro aportará un plus de bienestar a la propia vida. El vínculo afectivo hace sentir que el amor dado, junto al amor recibido, en la relación amorosa, aporta una mejor situación que la de partida. Tener a alguien a quien expresar nuestro amor nos afecta positivamente; el cuidado del bienestar del otro hace que nos sintamos más completos, más felices. Como sentir que el otro cuida de nosotros, de nuestro bienestar, incrementa nuestra felicidad.

Debemos considerar que, al inicio de nuestra vida, siendo bebés, ya se fue configurando nuestra sensación de bienestar en torno a las experiencias de satisfacción. Nuestras madres aportaban experiencias de satisfacción a nuestras vidas cuidando de nosotros, en las diversas modalidades en las que el cuidado se manifiesta. Nutrir, amar, asear, tranquilizar; en una palabra, aportando esperanza frente a la desesperación.

Esta matriz relacional inicial, de la madre -y del padre- con el bebé, está en la base de la búsqueda de una relación afectiva. La relación amorosa adulta reeditará y ensanchará la bondad de las experiencias de los inicios de nuestra existencia. En la edad adulta la satisfacción no tiene una sola dirección: que el otro cuide de nosotros, que es la experiencia de la que provenimos. Los cuidados que la madre -y el padre- dispensan al hijo. No. Esta experiencia fundante se ensancha con la consecución de hacer sentir satisfacción cuidando al otro; no sólo obteniéndola del otro.

La ruptura del vínculo de la relación de pareja.

En el ritual de matrimonio religioso se nombra el versículo evangélico: “lo que Dios ha unido que no lo separe al hombre” (Mt, 19, 3). En otros rituales de boda puede referirse también la idea de la perdurabilidad del vínculo hasta la muerte. Cosa que expresa la fuerza de la unión de dos personas que tienen la intención de amarse. El versículo bíblico sugiere también la posibilidad de que el vínculo se pueda romper. El propio ritual refiere la expectativa de que la unión de dos personas por amor sea más fuerte que la posibilidad de la ruptura. Basta escuchar cómo muchas parejas de jóvenes, que no se han casado, se consideran “casadas” cuando están dentro de una relación. Y se llaman a sí mismas “solteras” cuando ya no lo están.

Llega un día, pues, que el vínculo se disuelve. Lo que se había unido se rompe y la separación de las personas que configuraban la unión de la pareja toma protagonismo. Ciertamente que esta ruptura no suele ser una decisión banal de un solo día. Sino que es el resultado de un proceso de deterioro que se va gestando a lo largo del tiempo. Para unas personas el tiempo puede ser muy corto, mientras que por otras puede ser muy largo. Lo que promoverá la disolución de la unión será la experiencia de displacer. La actualidad de la relación de pareja no aporta esa satisfacción y bienestar que podía aportar antes.

Los motivos de la ruptura del vínculo.

Los motivos de la ruptura son muy diversos y varían, está claro, de una persona a otra. Cada pareja, que está constituida por personas individuales diferentes, puede tener razones personales que distan, en mayor o menor grado, de las razones ajenas. La separación, la ruptura del vínculo, es una decisión personal. No es una decisión de la pareja, aunque ambos protagonistas de la relación puedan decidir, cada uno, separarse y, por tanto, coincidir en la decisión. Y yendo bien, en la forma de separarse. En el otro extremo estaría la posibilidad del conflicto en el proceso de decidir separarse. Mientras un miembro de la pareja está decidido, el otro no lo está. Mientras uno quiere la ruptura, el otro no lo quiere.

Obviamente, en el proceso de ruptura va a tener importancia, también, las condiciones de la realidad de la unión. Es decir, si la relación de pareja es reciente o si es añosa. Si en la relación hay hijos propios de la pareja, hijos en común, o hijos que no sean propios de la relación. Si la historia de la relación de la pareja está plagada de intentos de ruptura anteriores o no. Así como si el motivo de la ruptura de la relación está causado por algún condicionante externo que sea causa de conflicto. Es frecuente la aparición de uno de los miembros, o de ambos, del interés por terceras personas, ajenas a la pareja.

El sufrimiento emocional de la ruptura.

La ruptura de la relación de pareja, en tanto que se trata de una relación basada en el vínculo afectivo, en el apego, supone sufrimiento. Una ruptura de una relación de pareja es un fracaso personal. Uno puede sentir que se ha equivocado y equivocarse no es una grata experiencia. Antes se prefiere acertar que errar, en general.

Las expectativas depositadas en la relación se resquebrajan. Obviamente, las positivas. No se suele querer vincularse en una relación afectiva para sufrir, en general. Separarse es una experiencia de frustración. Ciertamente, la experiencia de frustración al romperse el vínculo afectivo con otro debe parecernos que es mejor que seguir manteniéndolo.

Las emociones que pueden desvelarse en el proceso de ruptura pueden ser turbulentas. Pueden tener que ver con la tristeza, la desesperanza, la melancolía, el sentimiento de ruina, los llantos, la confusión, el miedo. También con emociones de ira, agresividad, rencor; en definitiva, con emociones que se desvelan en los procesos de duelo. La separación puede convertirse en un proceso de duelo; el duelo por la pérdida. La pérdida de todo lo que se obtenía a través de la relación de pareja, de los aspectos saludables, de bienestar que aportaba la relación.

¿Cómo enfrentar el sufrimiento de la ruptura?

Se trata de que la persona pueda hacer un proceso de comprensión de la nueva situación en la que se encuentra. De qué ha sucedido en el proceso de disolución de la relación, así como de asumir el futuro ante la novedad que aporta la separación. La reconstrucción de la situación personal después de la ruptura de la relación de pareja. Darse tiempo para revisar qué ha pasado en el proceso de disolución de la pareja, pudiendo comportar la revisión de las condiciones que la originaron.

Mujer pensando: Después de la ruptura de la relación de pareja ¿qué?

Hay personas que han disuelto su relación sentimental e inician otra encontrándose en una nueva situación que se parecerá, tarde o temprano, a la anterior. En muchos casos, son personas que no se dan un margen de tiempo y reflexión suficiente para elaborar el duelo. En algunos casos, las nuevas relaciones se establecen, precisamente, como una forma de huir de realizar el proceso de duelo.

Otras personas pueden realizar el proceso de duelo solas y reparar los errores que se han podido identificar de la relación rota. La consulta psicológica puede convertirse en una ayuda para elaborar el proceso de duelo. Destinando un tiempo que sirva para la comprensión íntima de las condiciones personales que se han visto concernidas en la ruptura. El entendimiento de los factores que han llevado a la ruptura de la relación puede convertirse en valor inestimable para decidir el futuro emocional.

La superación del duelo.

El proceso de elaboración del duelo debe llevar, yendo bien, a que la persona sienta que ya ha aceptado la pérdida de la pareja de forma suficientemente serena. Las emociones que pueden haber sido turbulentas ceden y dan lugar a una nueva forma de sentirse personalmente. La aceptación de las circunstancias tal y como se han presentado genera la posibilidad del perdón; tanto de la pareja como de uno mismo. Hay que acabar aceptando que se ha hecho lo que se ha podido.

No significa que no sea un proceso llano, sin conflictos. Frecuentemente nos encontramos con un dolor adicional debido a la diferencia de tiempo que emplea el otro para rehacer la relación con una nueva pareja. Es una cuestión de sensibilidades diferentes y de necesidades diferentes que provocan una divergencia, también, en la forma de hacer el duelo. Si es que lo hace. La reanudación de la posible nueva relación que pueda hacer el otro puede ser causa de sufrimiento adicional al del duelo por la pérdida. Cuando llega el momento en que uno se encuentra aliviado puede disponer a construir una nueva relación, si es el deseo de la persona.

El apego emocional que conlleva la relación de pareja se habría desvanecido quedando la persona libre del vínculo afectivo y, pues, preparada para otro nuevo. Lo que no querría decir, ni mucho menos, que la siguiente relación no pudiera estar exenta de conflictos. Incluso de algunos de los mismos que presentaba la relación previa. Un buen escenario es el trabajo psicológico personal como el de la psicoterapia psicoanalítica pudiendo aportar mayor conocimiento de sí y de crecimiento personal.

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