Tengo obsesiones, ¿tengo un trastorno obsesivo compulsivo?

Resumen

La presencia de obsesiones en la mente es advertida por el propio sujeto que las padece. Las obsesiones que hacen su aparición en el teatro de la mente pueden ser pensamientos, deseos, impulsos, imágenes, emociones, sentimientos, sensaciones, percepciones; es decir, cualquier realidad propia del funcionamiento de la mente. Las obsesiones se caracterizan por ser repetitivas, involuntarias y por querer ser desalojadas de dentro, infructuosamente, por parte de quien las sufre. Una manera de intentarlo es a través de las compulsiones: que pretenden prevenir o disminuir el malestar subjetivo frecuentemente manifestado en forma de ansiedad. El tratamiento de las obsesiones, y de las compulsiones, puede ser psicológico o psicofarmacológico, o una combinación de ambos, en el caso de las obsesiones propias de un trastorno obsesivo compulsivo. La psicoterapia psicoanalítica es una posibilidad de tratamiento psicológico para estos síntomas basada en la elucidación de los detonantes de los síntomas así como de los contextos de su aparición y de su mantenimiento.

Algunas personas pueden interrogarse sobre la posibilidad de sufrir un trastorno obsesivo compulsivo: ¿tengo un trastorno obsesivo compulsivo si tengo obsesiones? Veámoslo en detalle aclarando los términos.  

Una persona puede tener la impresión interna de tener obsesiones. Basta con atender a lo que se representa en la mente del sujeto, una y otra vez, para preguntarse si eso son obsesiones. Para que lo que se nos presenta en la mente tenga la categoría de una obsesión, se tiene que contar con que esa presentación sea, para empezar, repetitiva. 

Es de subrayar que una parte de los fenómenos mentales pueden aparecer en la mente de manera voluntaria. Por ejemplo, cuando me propongo conscientemente y voluntariamente, pensar, desear, imaginar, percibir, cualquier cosa por decisión propia. Pero, hay otra parte de los fenómenos mentales que se nos imponen, internamente, o externamente, desde afuera de nuestra mismidad, sin que lo hayamos elegido. Estos fenómenos no podrían considerarse obsesiones.  

¿Qué es una obsesión? 

Hemos de contar con una mente, pues, que, perciba, o aloje, en su interior, una realidad que pueda determinarse que es una obsesión ¿Qué fenómenos suceden en la mente, en general? Pensamientos, deseos, impulsos, imágenes, emociones, sentimientos, sensaciones, percepciones.  

¿Cuáles de estas realidades internas podrían mutarse en obsesiones? Cualquiera de ellas siempre y cuando, además de presentarse de manera repetida, se presenten, también, de manera involuntaria. Es más, que el sujeto que las experimenta, una y otra vez, desee deshacerse de ellas y no lo consiga. Los clínicos solemos referirnos a esa presentación repetitiva, en algunas ocasiones, por ejemplo, cuando aparecen en forma de pensamientos, como pensamientos intrusivos. Esos pensamientos son intrusos que suceden sin la participación voluntaria de la persona y que, además, no se pueden desalojar de dentro. Aunque el sujeto lo intente una y otra vez, por ejemplo, con compulsiones, es decir, con acciones para intentar neutralizar su manifestación. 

Una característica más delimita el límite entre la obsesión y el trastorno obsesivo compulsivo: la aparición de malestar subjetivo en forma de ansiedad. Algunas personas pueden presentar obsesiones en su mente, en cualquiera de los formatos referidos anteriormente, pero no sufren por ello. O no sufren abiertamente ansiedad. Otras, en cambio, sí. En algunas personas, el sufrimiento, en forma de ansiedad, es intenso. 

En consecuencia, las obsesiones tienen un abanico de manifestaciones que puede presentar un gradiente de ansiedad, desde la prácticamente inexistente hasta el sufrimiento mental intenso.  

¿Qué es un trastorno mental? 

Un trastorno de la mente, obviamente, no del cuerpo. Así, la mente se puede trastornar. Pero ¿qué es la mente? Aquello que denominamos mente es un intento de objetivar lo que sucede en el interior de la experiencia subjetiva. Pero estas realidades internas ilustran, solamente, los escenarios que llenan la mente. No delimitan lo que sería la mente. Una característica esencial de la mente es la capacidad de consciencia.  La definición de la mente es cuestión debatida entre filósofos, psicólogos y neurocientíficos. Pero aportar una definición clara de la mente es cuestión compleja. No se puede ir más allá de considerar que es la causa de los procesos cognitivos y emocionales.

Con todo, la mente, consciente o inconsciente, es una capacidad subjetiva que puede representar un teatro mental poblado por todas esas realidades internas. Este teatro interno, mental, se puede trastornar ¿Cuándo? Cuando el control voluntario no ejerce el poder que quiere ejercer en cada subjetividad. Y cuando ese control comporta un sufrimiento mental, frecuentemente, en forma de ansiedad; aunque no sólo. 

Los trastornos mentales son un abanico amplio de alteraciones que se presentan en formatos diferentes. Los expertos en salud mental acostumbramos a considerar un desplegable de trastornos mentales que admite diferentes clasificaciones. Las maneras de agrupar a los trastornos mentales a lo largo de los años -desde los inicios de la psicopatología en el siglo XIX, han ido cambiando. Una manera simple de agrupación puede ser la que considera los trastornos mentales como aquellos que afectan al estado del ánimo, los cuadros que cursan con ansiedad, los trastornos psicóticos, los cuadros adaptativos, los que son debidos a traumas, los que comprometen la personalidad, los que comprometen el comportamiento sexual, o el alimentario, los que afectan a los impulsos, etc. El trastorno obsesivo compulsivo, sólo es uno de ellos. 

¿Qué se entiende por trastorno obsesivo compulsivo? 

El trastorno obsesivo compulsivo vendría determinado por la presencia tanto de obsesiones como de compulsiones. Las obsesiones las hemos definido más arriba pero las compulsiones ¿qué son? Se entiende por compulsiones, particularmente, las acciones o comportamientos que un sujeto realiza como respuesta a una obsesión. Un ejemplo de compulsión sería aquel comportamiento de comprobación que sería secundario a la obsesión de temer haber dejado el grifo abierto.

Las compulsiones pretenden prevenir o disminuir el malestar subjetivo frecuentemente manifestado en forma de ansiedad. A menudo, las compulsiones pueden entenderse como acciones rituales que pretenden alejar la presencia de las obsesiones. Si bien, a menudo las compulsiones son acciones que se pueden apreciar de manera comportamental no siempre es así. Las compulsiones también pueden presentarse en forma de actos mentales repetitivos, que sólo aprecia el propio sujeto que las padece.

Las compulsiones suponen una inversión de energía psíquica que puede llegar a invalidar o deteriorar la vida personal, laboral o académica del sujeto que las sufre. La presencia de las obsesiones es la que empuja al sujeto a emplearse a fondo, con las compulsiones, para tratar de contrarrestarlas. Habida cuenta de la ineficacia de las compulsiones para el fin par el que se determinaron, es frecuente que se necesiten más cantidad de compulsiones para neutralizar las obsesiones. De esta manera la demanda de compulsiones entraría en una escala cada vez más absorbente. Por ello, en los casos muy graves, las personas que las padecen pueden ver deterioradas diversas parcelas de sus vidas.

¿Qué se puede hacer con las obsesiones?

Lo primero, reconocerlas como tales. Y saber apreciar el grado de intrusión que representa en la vida personal, en sus diferentes facetas. Si las obsesiones no suponen una limitación en alguno o varios aspectos de la vida de la persona pueden quedar como fenómenos internos no significativos. Evidentemente, las personas de mayor sensibilidad a su mundo interno pueden, primero, tener mayor consciencia y, segundo, sufrir más. En comparación con las personas que no muestran buena introspección hacia sus fenómenos internos.

A menor introspección puede darse mayor gravedad de los síntomas obsesivos dado que el sujeto que los presenta puede estar carente de crítica. Crítica respecto de la irracionalidad de sus obsesiones; en ausencia de ella, el sujeto puede creerse los contenidos de sus obsesiones. La pérdida del sentido de la realidad respecto de la irracionalidad de las obsesiones puede llevar a las puertas de la psicosis. De hecho, en psicopatología psicoanalítica siempre se ha considerado las obsesiones como defensas contra la psicosis. Es decir, la persona se aferraría a las obsesiones para no caer en la psicosis.

Cuando las obsesiones invaden buena parte de la esfera psíquica de la persona hay que pensar en realizar una ayuda terapéutica, un tratamiento. Probablemente estemos ante unas obsesiones que son la antesala de un trastorno obsesivo compulsivo.

Mujer pensativa

El tratamiento de las obsesiones.

Las obsesiones, como otros síntomas mentales, pueden ser tratadas con terapia farmacológica o con terapia psicológica. La primera modalidad puede ser la preferida por los médicos -no siempre-, tanto los generalistas como los especialistas en psiquiatría. La terapia psicológica, óbviamente, es la indicada por los psicólogos y, también, por algunos médicos psiquiatras. En una proporción nada desdeñable bastantes pacientes realizan una combinación de ambas terapéuticas, especialmente, aquellos pacientes que presentan mayor intensidad o cronicidad sintomática. Esto es más verdadero en el caso de los pacientes que presentan obsesiones propias de un trastorno obsesivo compulsivo.

¿Cómo beneficia la psicofarmacología a la presencia de las obsesiones mentales? Reduciendo la virulencia del síntoma, es decir, limitando, o bien, la aparición de las obsesiones, o su frecuencia, o bien, limitando la ansiedad secundaria a la presencia de las mismas. A menudo los pacientes toman medicaciones cuyos principios genéricos son Fluoxetina, Paroxetina, Sertralina, Fluvoxamina, Clomipramina. No obstante, los médicos, generalistas o especialistas, pueden recetar otros antidepresivos o combinarlos con algún ansiolítico. Entre los ansiolíticos destacan las benzodiacepinas (Diazepam, Alprazolam, Clonazepam, etc.).

Entre las terapéuticas psicológicas encontramos varias metodologías. La terapia psicoanalítica, en sus diferentes desarrollos (psicoterapia psicoanalítica, psicoterapia breve, mentalización, etc..). La que deriva de la psicología humanista en sus diferentes desarrollos. La que deriva de la escuela sistémica con sus distintos enfoques. Los tratamientos de raíz conductual, que son las terapias denominadas de primera generación, basadas en el condicionamiento. Las terapias cognitivo-conductuales, de segunda generación, entre ellas la terapia cognitiva de Aaron Beck y la terapia racional emotiva de Albert Ellis. Las terapias cognitivo conductuales de tercera generación (terapia de aceptación y compromiso, terapia cognitiva basada en mindfulness, terapia dialéctico conductual, terapia de activación conductual, psicoterapia analítico funcional, terapias contextuales, etc..).

El tratamiento del trastorno obsesivo-compulsivo.

El trastorno obsesivo-compulsivo, como hemos indicado anteriormente, se caracterizaría por la presencia tanto de obsesiones como de compulsiones. Su tratamiento sería el mismo que hemos consignado en el apartado anterior, en el caso de la presencia de obsesiones, solamente. Así, estaría indicada, en términos generales, tanto la intervención psicológica como la psicofarmacológica; a veces, ambas. En este último caso, lo óptimo sería que la terapéutica farmacológica fuese asumida por un profesional médico psiquiatra y la psicológica por un psicólogo especialista en psicología clínica. En otras situaciones, puede bastar la intervención exclusivamente psicológico. Lo que cuenta es la situación mental de cada paciente.

La psicoterapia psicoanalítica como tratamiento psicológico.

La terapia psicoanalítica pretende atender el malestar emocional que provoca el síntoma, en este caso, las obsesiones y, si es el caso, las compulsiones. Atención que se focaliza en la elucidación de los detonantes de los síntomas así como de los contextos de su aparición y de su mantenimiento. En psicoanálisis se pretende la comprensión dinámica de la función que representan los síntomas en la vida de la persona. Los síntomas, las obsesiones y las compulsiones, expresan un sufrimiento mental que la persona no puede entender profundamente.

La psicoterapia psicoanalítica puede ayudar al sujeto que padece las obsesiones o las compulsiones, o ambas, a esclarecer la significación de las mismas. Entendiendo la función que representan en la vida personal, se está en mejores condiciones para dejarlas de lado y abrir el paso a otras posibilidades de enfrentamiento de las vicisitudes de la vida. Sin síntomas, sin obsesiones o compulsiones, se es más libre. No obstante, no todos los pacientes pueden aspirar a vivir sin síntomas. En los casos severos es frecuente que el paciente mejore durante un tiempo y que recaiga ante situaciones estresantes de su vida.

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