La psicoterapia es un proceso de ayuda psicológica que se implementa en el espacio relacional que componen los protagonistas de una psicoterapia individual: paciente y psicoterapeuta. Así como un día empieza la psicoterapia, un día ha de acabar. La finalización de la psicoterapia supone un proceso de despedida, especialmente para el paciente, que es quien ha recibido la ayuda en forma de tratamiento, pero también para el psicoterapeuta. El proceso de finalización de la psicoterapia supone enfrentar las emociones que tienen que ver con la experiencia de despedida. Estas emociones pueden ser de diferente signo: positivas y negativas. La finalización del tratamiento suele ser acordada y planificada. Cuando no se dan ambas condiciones estamos frente a una interrupción de la psicoterapia. Los efectos de la psicoterapia van más allá de su fecha de terminación.
La psicoterapia es un proceso de tratamiento psicológico que se despliega en el tiempo. Un buen día comienza y, posteriormente, un buen día se termina. La finalización de la psicoterapia es un proceso; o, dicho de otro modo, un subproceso dentro del proceso que supone la psicoterapia. Cuando se vislumbra la posibilidad de finalizar el tratamiento psicoterapéutico, debe dedicarse un tiempo de la psicoterapia a enfrentar el proceso de la finalización. Asumir las emociones que la finalización pueda desvelar.
La psicoterapia es un proceso de ayuda psicológica que se implementa en el espacio relacional que componen los protagonistas de una psicoterapia individual: paciente y psicoterapeuta. Para que pueda serlo, la psicoterapia debe desarrollarse a partir del trabajo que tejan las mentes del paciente y la del terapeuta. La psicoterapia requiere un motivo de consulta inicial sobre el que pivota la necesidad de tratamiento como proceso de ayuda psicológica. El paciente debe ser consciente de la necesidad de ayuda psicológica para moverse en la búsqueda de la consulta psicológica.
En la consulta psicológica se pone de manifiesto el sufrimiento emocional del paciente. Este sufrimiento emocional que lleva al paciente a la consulta debe ser acogido, escuchado, comprendido por el psicoterapeuta. Al psicoterapeuta le corresponde indicar la conveniencia de la psicoterapia para abordar el sufrimiento del paciente. Si el paciente acepta la indicación de tratamiento, se puede organizar una psicoterapia.
La psicoterapia se organiza en base a la alianza de trabajo que deben realizar el profesional y el paciente, conjuntamente, secundariamente al motivo de consulta. Alianza para trabajar el sufrimiento mental del paciente desde un abordaje psicológico, es decir, a partir de la palabra, del diálogo verbal. Este trabajo se desarrollará en una serie de entrevistas rítmicas, preferiblemente, con una cadencia semanal. A mayor frecuencia de entrevistas mayor posibilidad de trabajo psicoterapéutico y, en consecuencia, mayores posibilidades de modificación del sufrimiento emocional.
La psicoterapia organizada de acuerdo con esta cadencia de entrevistas psicológicas -psicoterapéuticas- pone en marcha un proceso de tratamiento. ¿Qué trata el tratamiento psicoterapéutico? El sufrimiento emocional que atenaza la vida del paciente, en una o varias áreas, con el concurso de sintomatología psicopatológica o no. Sufrimiento que puede eclosionar, también, en forma de trastorno mental, menor o severo, agudo o crónico. En ocasiones, la psicoterapia es una ayuda para circunstancias de malestar emocional, aunque no lleguen a manifestarse en forma de trastorno mental.
En cada entrevista psicológica será necesario aportar una tarea tanto por parte del paciente como del psicoterapeuta. El protagonista principal de la psicoterapia es la persona del paciente al que le corresponde la tarea de comunicar verbalmente lo que le ocurre. En psicoterapia psicoanalítica acostumbramos a invitar a los pacientes a hablar de lo que les ocurre, de lo que tienen en sus mentes. Cualquier contenido mental es apropiado para su comunicación en las entrevistas psicoterapéuticas. Pensamientos, sentimientos, emociones, sensaciones, percepciones, sueños, relatos de hechos, etc.
Al psicoterapeuta le corresponde la acogida de la comunicación del paciente, verbal y no verbal, así como la exploración de la significación que tal comunicación representa. Significación que es necesario comunicarle al paciente para ensanchar la comprensión de lo que le pasa. Esta comprensión debe ser el motor del cambio de las condiciones emocionales del paciente, de los síntomas psicopatológicos, en definitiva, del malestar.
En psicoterapia se realiza la exploración psicológica de la intimidad mental del paciente, en un clima de confianza, incrementándose el contacto con la propia verdad. Igualmente, se ofrece la posibilidad de reparación de las experiencias emocionales deficitarias y conflictivas que suelen poblar la vida mental de los pacientes.
La experiencia psicoterapéutica aporta la posibilidad de corregir las experiencias emocionales que han configurado los patrones -de pensamiento, sentimiento y conducta- inductores de sufrimiento mental. A base de repetir las entrevistas clínicas que configuran la psicoterapia, el paciente entra en un proceso de exploración de su intimidad mental. Se hace consciente de cómo está configurada su interioridad y esa toma de conciencia, cada vez más amplia, le permite la posibilidad del cambio.
Los cambios de pensamientos, sentimientos, emociones, conductas, vivencias, experiencias, abocan al paciente a vislumbrar la posibilidad de prescindir de la ayuda psicoterapéutica. A veces es el propio paciente quien expresa el deseo de terminar la psicoterapia, otras, es el psicoterapeuta quien lo sugiere. El proceso de finalización dependerá de la situación de partida, de la intensidad del proceso y del tiempo del tratamiento, del esfuerzo emocional realizado. Así, a unos pacientes les puede costar más que a otros acabar un proceso que ha sido una ayuda indudable para sus vidas. Ayuda que a veces puede haber sido prolongada en el tiempo; a más tiempo invertido puede ser más costosa la despedida.
Cuando el paciente tiene clara conciencia de que la experiencia psicoterapéutica le ha sido una ayuda para el cambio, se pueden remover emociones. ¿Cuáles? Pueden manifestarse emociones tanto positivas como negativas. Así, un paciente que se acerca a la finalización de su psicoterapia puede sentir alegría, esperanza, ilusión, seguridad, expectativas de futuro, confianza, agradecimiento. Igualmente, puede sentir inseguridad, dudas, desilusión, resignación, tristeza, rencor, envidia, disconformidad, inquietud, etc. El predominio de las emociones positivas aportará mayor satisfacción en la materialización del proceso, mientras que una gran cantidad de las negativas aportará inquietud.
¿De qué dependerá que predominen unas u otras? Del cumplimiento de expectativas, del cambio alcanzado, del bienestar que pueda sentirse; cuando predominan las emociones positivas. Por el contrario, cuando aparecen emociones negativas pueden deberse tanto a los interrogantes respecto al futuro como a la constatación de las limitaciones del cambio alcanzado.
Es frecuente que después de un proceso de psicoterapia generoso en el tiempo se despierten emociones de inseguridad respecto al futuro sin psicoterapia. Más aún cuando la conciencia del beneficio que haya aportado la psicoterapia sea suficientemente clara. El paciente puede dudar de cómo puede sentirse sin tener el apoyo que la psicoterapia le haya podido representar. Algunos pacientes pueden echar de menos a la persona del psicoterapeuta, con quien se habrían compartido tantas intimidades durante el tiempo del tratamiento.
El psicoterapeuta también puede tener cierta confrontación de emociones frente al proceso de finalización. Por un lado, la satisfacción por terminar un proceso que habría sido beneficioso para el paciente, habiendo salido de la situación de sufrimiento de partida. Es reconfortante para el profesional ser testigo del proceso de crecimiento personal que realizan los pacientes. Al mismo tiempo, el psicoterapeuta se enfrenta a un proceso de despedida de su aliado de trabajo; a cierto proceso de duelo.
Técnicamente puede ser discutible averiguar cuál es el momento adecuado para la finalización de la psicoterapia. De hecho, ya el propio padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, se debatía respecto a la finalización del tratamiento psicoanalítico. En 1937 escribió su obra «Análisis terminable, análisis interminable«; el mismo título informa de la dificultad de poner fin al análisis. El análisis podría ser interminable, siempre se podría seguir analizando el mundo psíquico del paciente. Pero debe ponerse una fecha de finalización de la psicoterapia, aunque el análisis pudiera continuar; y, de hecho, sigue más allá del tratamiento. Puede continuarlo el paciente, solo.
En los procesos de finalización de la psicoterapia nos encontramos con situaciones de acuerdo o desacuerdo entre paciente y psicoterapeuta. Cuando suele coincidirse en la oportunidad de la fecha de finalización, podemos creer que estamos ante una finalización. De lo contrario, ante una interrupción. Lo más frecuente es que la interrupción esté promovida por el paciente; sólo extraordinariamente puede ser promovida por el psicoterapeuta, a menudo por razones de fuerza mayor. Tales como indisposiciones personales, traslados de domicilio, problemas de salud, etc.
La interrupción promovida por el paciente suele tener que ver con el desinvestimiento de la terapia. El paciente pierde la expectativa que había depositado en la psicoterapia, a veces de forma repentina e irrevocable, sin poder continuar la exploración analítica. Cuando esto ocurre, lo conveniente es darse tiempo para analizar qué ha cambiado en la situación de trabajo acordado. Explorar las razones del cambio de actitud. Sucede que cuando el paciente se instala en la actitud contraria a la alianza de trabajo, por las razones internas y externas que sean, se materializa la interrupción. La interrupción siempre tiene características de unilateralidad, imposición, ruptura; por tanto, no puede desvelar las emociones positivas de la terminación, o no al mismo nivel.
Terminada la psicoterapia el paciente debe verificar la adecuación o no de haber puesto fin al tratamiento. Se trata de confirmar que el aprendizaje iniciado durante el proceso de tratamiento puede llevarse a cabo sin contar con la ayuda del psicoterapeuta. Sin la ayuda presencial del terapeuta, sólo contando con la ayuda interiorizada -en la mente del paciente- durante el desarrollo del tratamiento. Por eso, se invita al paciente, de una forma u otra, a continuar por sí solo el proceso analítico.