¿Por qué me cuestan las relaciones personales?

Resumen

Los humanos necesitamos las relaciones interpersonales para poder desarrollarnos como personas. Desde los orígenes de nuestra existencia estamos inmersos en un contexto de relaciones, la familia, que se va ampliando a otros contextos (vecinos, escuela, trabajo, aficiones, etc). La dificultad en las relaciones personales radica en la manera como se configura la comunicación, cómo se descifra el mensaje comunicativo y en qué clima emocional tiene lugar. La comunicación humana tiende a ser categorizada de manera dicotómica: me hace sentirme bien, me hace sentirme mal; cosa que es responsabilidad de cada cual, a partir del teatro de la mente que cada una lleva consigo, con su guion y sus personajes. Las relaciones interpersonales pueden ser analizadas en un encuadre de reflexión como lo es el que se articula en un tratamiento psicoterapéutico psicoanalítico. A menudo se tiende a focalizar el análisis de las experiencias relacionales interpersonales que promueven emociones negativas. Así, la dificultad en las relaciones interpersonales puede ser un motivo de crecimiento personal.

Las relaciones personales forman parte de la experiencia humana común. Los seres humanos somos seres relacionales. En realidad, necesitamos las relaciones humanas para desarrollarnos como personas. Sin las relaciones personales no podríamos convertirnos en personas humanas completas; quedaríamos incompletos. Pero ¿por qué nos cuestan las relaciones personales?

¿Qué son las relaciones?

Para que podamos hablar de relaciones debemos entender que sólo algo se puede poner en relación con algo, si son elementos diferentes. Para que una cosa pueda ponerse en relación con otra es necesario que sean cosas diferenciadas, de lo contrario, no podrían relacionarse. En Matemáticas, por ejemplo, el concepto de relación refiere la posibilidad de vínculo que puede darse -o no- entre dos miembros de un conjunto determinado.

¿Qué son las relaciones personales?

En el mundo de los seres humanos, dotados de cuerpo y alma -por decirlo de así-, las relaciones personales suponen la posibilidad de los vínculos. ¿Qué vínculos? Los vínculos entre varias personas, al menos, entre dos personas. Usualmente las relaciones personales implican las relaciones entre varias personas, como seres grupales que somos.

La persona humana desde la más tierna infancia se vincula con los demás, con el grupo de los otros, habitualmente, la familia. Ciertamente, unas familias son más extensas que otras; están constituidas por muchas o por pocas personas. Desde el principio la persona nace y crece en un marco de relaciones interpersonales. Podríamos decir que quienes vivimos en sociedad estamos inmersos, habitualmente, en una red de relaciones interpersonales de distinto signo.

La primera red de relaciones es la familia. A esta red nuclear inicial se le añaden redes secundarias a partir de otras relaciones interpersonales que se van desarrollando en la vida. Los vecinos, la escuela, las actividades extraescolares, los trabajos, las aficiones, etc. Cualquier actividad humana puede ser sugestiva de interacciones interpersonales si requiere del grupo para su realización, por pequeño que sea.

¿Por qué se establecen las relaciones interpersonales?

Las relaciones interpersonales surgen espontáneamente a partir de la interacción que se da entre personas distintas. La inmensa mayoría de los humanos provenimos de la experiencia que nos aporta la matriz primordial que constituyen los padres y hermanos -si los hay. Así, desde los comienzos de la vida humana, la relación interpersonal nos gratifica y frustra, inevitablemente.

La vida humana en las sociedades constituidas por personas humanas está organizada de forma que interaccionamos unos con otros para atender a necesidades diversas. Hay una diversidad de necesidades: supervivencia, protección, afecto. La necesidad nos vincula al otro. El otro debe jugar un rol con relación a nuestra necesidad y nosotros en relación con la suya. Esto aplica a la diversidad de necesidades que podemos sentir los humanos.

Si focalizamos nuestra atención en las necesidades más vinculadas con el afecto entramos en el ámbito de las relaciones más propiamente interpersonales. Es el ámbito de las relaciones con los que tenemos un contacto más estrecho e íntimo: familiares, amigos, compañeros, conocidos. El ámbito de relaciones que no están mediatizadas por la atención a la necesidad más perentoria (alimentación, salud, vivienda, seguridad), de relaciones personales más escasas.

Niños sentados en el suelo sin interaccionar. Me cuestan las relaciones personales.

¿Por qué nos cuestan las relaciones personales? La dificultad para las relaciones interpersonales puede expresarse en cualquier ámbito, ciertamente. Pero puede ser más manifiesta en el caso de las relaciones con las personas con las que el contacto es más frecuente. Por tanto, con el ambiente configurado por las personas más cercanas: familia, escuela, trabajo, actividades de recreo, etc.

¿De dónde viene la dificultad a la relación interpersonal?

En toda relación interpersonal se da una comunicación, por sencilla que sea, de la naturaleza que sea, entre uno o varios emisores y receptores. Así, es necesario el entendimiento de un mensaje, su desciframiento, para que la relación genere sensaciones placenteras o, en caso contrario, displacenteras. Es necesario sintonizar con el otro, empatizar con él, para que el mensaje -o los mensajes- que circule en la interacción sea bien recibido.

La emisión o recepción del mensaje no es todo lo que está en juego en la interacción interpersonal. Es de primordial importancia el clima emocional que se establece entre los participantes de la comunicación. Así, tiene mucha relevancia la simpatía o la aversión que se despierta entre unos y otros, en los grados que se dé. El lenguaje popular utiliza a menudo las expresiones «caer bien» o «caer mal» para dar fe de esta experiencia emocional presente en toda interacción.

¿Por qué unas personas se caen bien y otras no tan bien o mal? Porque las personas son vistas de acuerdo con procesadores de emociones y sensaciones que todos tenemos que categorizan las experiencias emocionales de forma casi dicotómica. Me siento cómodo contigo o me siento incómodo, en el grado que sea; por las razones que sean, razones siempre internas. Es el propio sujeto quien considera si los demás son o no son agradables a sus ojos.

Las relaciones personales nos cuestan porque los otros nos pueden sacar -aún sin proponérselo- de nuestra zona de confort. La presencia del otro en nuestra experiencia vital es siempre una oportunidad para la experiencia del gozo o del dolor, de diferente intensidad.

¿Qué se juega en la relación interpersonal?

No es lo mismo estar solo que estar acompañado. La presencia del otro nos modifica; despierta una reacción emocional interna que puede exteriorizarse o no. La percepción del otro es apreciada por nosotros a partir del teatro que configura nuestra mente, con su guion y sus personajes. El otro no es visto de forma neutral, aséptica, fría; siempre teñimos al otro de nuestras valoraciones emocionales. Proyectamos sobre la realidad del otro nuestra ficción interna, lo vemos a partir de lo que necesitamos ver.

A las relaciones interpersonales acudimos con la necesidad de ahuyentar el malestar y de recoger el bienestar. Cuando en la relación sentimos malestar por la razón que sea, podemos tener la tentación -emocional, inconsciente- de proyectar sobre el otro el malestar. De atribuirle al otro la causa del malestar; con conciencia o sin conciencia. Tarde o temprano se nos impondrá la tarea de averiguar qué es genuino del otro y qué le proyectamos nosotros. Lo mismo sucede si la experiencia relacional es positiva; aunque a menudo no sentiremos tal necesidad.

Las relaciones personales nos cuestan porque el otro puede decepcionarnos respecto de nuestras proyecciones, de nuestras expectativas. A menudo esperamos del otro algo. Si lo que esperamos es positivo y lo que encontramos no lo es, nos frustramos. Si esto nos pasa muchas veces podemos configurar un estilo de relacionarnos evitativo. Sería una forma de protegernos, de exponernos al sufrimiento que supone la frustración. La frustración, sin embargo, es la condición de posibilidad del progreso personal, puesto que nos obliga a pensar. A reflexionar, de forma ponderada, sobre la experiencia emocional vivida. ¿Qué proviene del otro y qué de nosotros?

El análisis de las relaciones interpersonales.

La relación con el otro puede tensionarnos a nosotros porque nos puede hacer sentir obligados a satisfacer sus expectativas. Estar en una relación, del tipo que sea, comporta entrar en un juego de expectativas bilaterales. El otro espera de nosotros también. La expectativa del otro sobre nosotros puede ser motivo de tensión. Algunas personas se sienten presionadas -por sí mismas- a no defraudar al otro, a agradarle; a veces hasta extremos estresantes, patológicos.

En las relaciones interpersonales se despiertan emociones, sí o sí. Las emociones pueden hacernos disfrutar o sufrir. Las emociones que nos hacen gozar no suelen preocuparnos. Por el contrario, las emociones que nos hacen sufrir, sí. Cuando la persona establece un amplio abanico de emociones, bastante flexible, en sus relaciones interpersonales, estamos ante un comportamiento saludable. Si la persona tiende a una forma prevalente de sentir las relaciones, especialmente si son emociones negativas, estaremos probablemente ante sufrimiento mental.

Tanto las relaciones interpersonales que despiertan emociones de bienestar como las que generan malestar son susceptibles de ser analizadas. Ocurre que a menudo buscamos el análisis de las emociones negativas porque nos desbaratan; por el contrario, las positivas nos tranquilizan.

La neurociencia social muestra cómo el registro cerebral de las emociones negativas es más marcado, deja más huella que el de las positivas. Así, es más frecuente dedicar el esfuerzo que supone el pensar reflexivo hacia aquellas experiencias vitales que nos hacen sufrir. Es lo que ocurre en una parte de los tratamientos psicoanalíticos: el análisis comprensivo del sufrimiento emocional que despiertan las relaciones. Entender la configuración del sufrimiento para no vernos tan expuestos a seguirlo experimentando. Así, la dificultad en las relaciones interpersonales puede ser un motivo de crecimiento personal.

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