¿Tengo un problema de identidad de género?

La pregunta sobre si tengo un problema de identidad de género remite inicialmente a una mente, a una persona humana, que se plantea un interrogante. Fijémonos que no estamos planteando el interrogante, diferente, ¿tengo un trastorno de identidad de género?

El DSM IV, Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, de 1995, ya contemplaba en la categoría número F93.8, el “Problema de identidad”. Refiriéndose a las incertidumbres en relación con diferentes aspectos de la vida, relacionados con la identidad, que incluían el comportamiento y la orientación sexuales. Por otro lado, también constaba la codificación de «Trastorno de identidad sexual», F64.x. Refiriéndolo al sufrimiento mental de las personas que no sentían una adaptación entre la identidad sexual (género psicosocial) y la genitalidad (sexo biológico).

El DSM 5, que se publicó el 18 de mayo de 2013, sustituyó al «Trastorno de identidad de género» por el de «Disforia de género». Eso ocurrió después de la aparición de la “Stop Trans Pathologization-2012”; aunque los inicios del movimiento datan de Octubre de 2007.

Clarificación conceptual: sexo, género.

¿Qué se entiende por sexo? Cuando nos referimos al sexo estamos centrando la atención en la realidad biológica de nuestro cuerpo: la anatómica-fisiológica. De forma usual se asigna al cuerpo la calificación dicotómica -o binaria- de hombre o mujer según la apariencia de los órganos genitales. Es decir, según tengan la apariencia propia de la condición de hombre -o macho- o de la condición de mujer -o hembra. Y esto es así desde que el ser humano aparece en el mundo en el nacimiento. Incluso antes, también, gracias a los avances de la tecnología aplicada a la medicina.

El colectivo LGTB, presenta una lucha que pretende superar la dicotomía o la condición binaria de la asignación de sexo. O por ser más exactos, el colectivo LGTBIQ+ o -según otras categorizaciones- LGBTQIAPN+. O aún podríamos ser más precisos señalando el énfasis de una parte del colectivo, propiamente la simbolizada por el signo “+”. La ONU, desde 2013 protege esta lucha a través de la Campaña “Libres e iguales”.

Por género se entiende las características diferenciadas que las sociedades asignan a los hombres y mujeres. Esta atribución de la sociedad focaliza en los roles, comportamientos y atributos que considera apropiados para ser encarnados por sus individuos. Tanto por los hombres como por las mujeres y, en este sentido, son socialmente construidos.

¿Qué se entiende por identidad?

Por identidad se entiende el fenómeno subjetivo de elaboración personal que se construye de manera simbólica en la interacción con los demás. Supone la adscripción a determinadas características, que se considera propias y que, por tanto, singularizan al individuo en relación con los otros.

Por identidad sexual se entiende la percepción que un individuo tiene sobre sí mismo en relación con su propio sexo. En función de la evaluación que hace de sus características físicas o biológicas.

La identidad de género se considera aquella apreciación interna que la persona tiene de sí misma. Esta apreciación se refiere a la atribución en tanto que masculina, femenina, otras o a una ponderación de todas ellas.

Problema de identidad versus problema de identidad de género.

Cuando uno tiene un problema de identidad necesariamente pensamos que el problema es, por así decirlo, de naturaleza “interna”. No pensamos, de ninguna manera, que una planta o una piedra tenga ningún problema de identidad. Los únicos seres que pueden presentarlo son los humanos. Cuando un ser humano presenta algún tipo de problema de identidad estamos diciendo que la configuración interna de ese ser humano concreto no está bien resuelta; uno mismo puede decirlo.

El problema de identidad lleva a considerar que quien lo sufre no ha solucionado lo que podríamos decir como la delimitación de sus características. Al fin y al cabo, las características de algo definen su identificación. Si no podemos identificar los ítems de quien, por ejemplo, ha hecho una acción, sea cual sea, no podremos adjudicarle la autoría.

En consecuencia, estaremos ante un problema de identidad de género cuando nos sentiremos críticos respecto de lo que identificamos como las características esperables de género. Cuando creemos que, desde fuera -desde la sociedad-, se espera respecto de nuestra identificación como personas categorizadas dentro de un género, el que sea. Porque debemos recordar que el género viene determinado por lo que la sociedad espera de sus miembros. Pero la identidad de género remite a este proceso de interiorización de características congruentes o no con lo que la sociedad espera de los suyos.

Rostro que expresa un problema de identidad de género

Los condicionantes externos de la identidad.

Nacemos en medio de un grupo que nos acoge, desde el principio de nuestras vidas, y que nos va modulando durante nuestra vida. A lo largo de nuestro proceso de vida, de convivencia, en el que estamos rodeados por los demás. Estos otros tienen distinta incidencia en nosotros, desde los más cercanos, que tienen más marcada influencia, hasta los más alejados, que tienen menos. Así, se considera que los más cercanos tienen un modelado más estrecho sobre nosotros respecto a los más exteriores.

La sociedad, la entendemos como el contexto en el que se relacionan las personas entre sí de acuerdo con unas normas, costumbres, lenguas, cultura, etc. Este contexto siempre se da en un espacio-tiempo determinado en que el sistema de interacciones configura el entorno de nuestras vidas, modulándolas en cierto sentido.

En los tiempos actuales de tanta pluralidad cultural no hay expectativas tan fijas respecto de las atribuciones de género como en tiempos pasados. Las sociedades parecen cada vez más críticas respecto a las atribuciones dogmáticas. Cada vez existe más pensamiento crítico y, en consecuencia, menos pensamiento único. Así, lo que se cree son expectativas de género claramente dicotómicas, de acuerdo con la atribución binaria hombre-mujer, está en crisis.  

La pluralidad social como marco de referencia.

Nuestra identidad se construye de acuerdo con un montón de condicionantes. El primero de ellos es nuestro cuerpo; que tiene necesariamente unos límites, una configuración. Configuración que nos viene dada desde el principio. No tenemos nada que hacer con la configuración de nuestro cuerpo; es un dato que nos viene impuesto. Cómo nos es impuesto el propio nacimiento. Nadie pide venir a la vida: nos traen sin pedirnos opinión.

Bien mirado, el resto de las atribuciones personales que consideramos componentes de nuestra identidad también nos viene dada, de fábrica. Más allá de las características de nuestra corporalidad, nuestra realidad psíquica no es ninguna elección que nosotros hacemos. Más bien es el resultado de una potencialidad interna que nos viene absolutamente dada, que se va modulando en la interacción con el entorno. Al fin y al cabo, somos inteligentes, empáticos, sociables, geniudos, tolerantes o no, o un montón de otras características, de acuerdo con un proceso que se pone en marcha sin pedirnos permiso y que podemos modular poco.

Las expectativas que la sociedad puede tener de nosotros podemos comprarlas o no, también en un margen no muy amplio. Ahora bien, la oferta de expectativas que la sociedad nos vende sobre nosotros es cada vez más amplia. En el caso de hombres se habla, por ejemplo, de masculinidades en crisis, de nuevas masculinidades, etc. frente a la clásica -o antigua- masculinidad hegemónica. Ciertamente, a pesar de la innegable pluralidad de la sociedad, puede ocurrir que en los círculos en que nos movemos no lo sean tanto. La expresión de nuestra identidad y, particularmente, de la identidad de género, o de ciertas expresiones de ciertas identidades de género, se pueden ver problematizadas.

El problema de la identidad de género.

La identidad es una tarea subjetiva propia. La sociedad puede incidir respecto a la identidad grupal y puede preferir unas costumbres, una lengua, una cultura, unos comportamientos, etc. El desiderátum de una sociedad puede ser una expectativa de presente, futuro y pasado. Este desiderátum, sin duda, puede configurar lo que se espera de sus miembros, hombres, mujeres, u otros.

El problema de la identidad de género concierne a la subjetividad humana. Así, tendré un problema de identidad de género cuando me cueste encontrar una adecuación entre las características que reconozco en mí con las que crea que se esperan desde fuera de mí. Sin embargo, el proceso de forjado de nuestra identidad tiene tiempo de historia desde la más tierna interacción con nuestros primeros cuidadores.

Asimismo, las condiciones biológicas de nuestro organismo corporal también tienen incidencia sobre lo que podemos modular respecto a nuestra identidad sexual, nuestra orientación sexual, es decir, nuestro deseo. Y en el caso de los más jóvenes, de los miedos; tanto los que se reconocen como los que no. La aparición de las pulsiones sexuales que estallan en el proceso de la adolescencia también supone unas expectativas que no son las de la sociedad. Son las de cada sujeto individual, las de cada persona joven -o no tan joven- y frente a las cuales también toca posicionarse. Filias y fobias propias tienen mucho que decir respecto al proceso de identificación con un género o con más de uno, o con posibles fluctuaciones.

Contribuyendo a la solución.

La solución se entiende como un resultado eficaz de un problema, o de un proceso o de una acción que tiene una finalidad, sea cual sea. En química, una solución no es sino la mezcla de distintos elementos que no reaccionan químicamente y que configuran una realidad mezclada, por ejemplo, el oxígeno y el nitrógeno del aire; o el agua salada del mar. Contribuir a la solución del problema puede significar ver si se encuentra una solución -en el doble sentido de la palabra- que reorganice los interrogantes subjetivos de forma que compongan una nueva realidad interna.

Es sabido que los grupos tienden a una cierta homogeneización de la caracterización de sus miembros. La psicología social está acostumbrada al diseño de experimentos grupales que avalan esta tesis. La realidad social también informa -a quienes tienen ojos para verlo- de la presión que los grupos inoculan en los individuos, a fin y efecto, por ejemplo, de modelar los comportamientos y la mentalidad individual.

La reflexión ponderada del abanico de posibilidades internas, las de cada uno, cuales sean, pueden ser la condición de posibilidad para disponerse a encontrar la solución al problema de identidad de género. Este proceso de reflexión puede realizarse en mayores condiciones de libertad de expresión en un entorno seguro. Como lo es la consulta psicológica con un especialista en acoger respetuosa y empáticamente el panorama diverso de la mente humana y de su imaginario. Una persona fuera del ambiente conocido, por este solo hecho, favorece una mayor libertad de expresión; los condicionamientos que nos imponen las relaciones cotidianas no están en la consulta del psicólogo.

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