¿Por qué se sienten celos?

A menudo nos encontramos con personas que sienten celos en la relación de pareja. No son privativos de la relación de pareja, los celos; de hecho, en las relaciones entre hermanos se encuentran frecuentemente. Ante estas emociones -como son los celos- hemos de preguntarnos ¿por qué se sienten celos? Nos ayudará primero que nos planteemos ¿qué se entiende por celos?; progresivamente iremos entrando más hacia el interior de esta emocionalidad humana tan común.

¿Qué son los celos?

Hemos dicho que son una emoción ¿por qué? Los celos mueven a la persona en una dirección; vienen de un lugar interior de la persona y la movilizan en una dirección, como mínimo, por dentro. Si nos fijamos en la etimología de la palabra, parece que proviene del latín zēlus y, a su vez, del griego ζῆλος; derivada de la palabra ζεῖν, que significa hervir. Esta significación original ya delata la movilidad a la que nos referimos que, como toda emoción, mueven los celos. Aquí, también apuntamos la etimología de la palabra emoción que es, precisamente, emovere, es decir, mover. Algo que hierve es algo que se está moviendo.

Esta es la razón de considerar a los celos como una emoción; porque los celos mueven internamente y, a menudo, intensamente. Así, los celos pueden ser una fuente de malestar personal. Los expertos sugieren una diferenciación entre los celos normales y los patológicos. Ya sabemos -los mass media se encargan de recordárnoslo- que, en algunos extremos, los celos pueden llevar a actos destructivos, a la violencia; por ejemplo, a la violencia de género con dolorosísimos finales.

Bien, pero ¿qué son los celos? ¿De dónde vienen los celos? Del interior de la persona, de la mente ¿Qué sucede en esa mente que los siente? Si la etimología de la palabra proviene de “hervir” está claro que los celos alteran la tranquilidad mental del sujeto. Los celos son una alarma subjetiva; algo avisa a la persona, de una amenaza ¿A qué amenaza nos referimos? No podemos más que pensar que se trata de una amenaza de pérdida. La persona que siente celos se asusta de la pérdida de algo valioso; nadie se asusta de perder algo que no valga nada para uno.

¿Quiénes sienten celos?

Las personas que sienten celos, necesariamente, han de sentir que tienen algo que pueden perder, primero. Si no hay sensación de posesión, no hay amenaza de pérdida. Tampoco, pues, se puede perder lo que no se posee. Ahora bien, fijémonos en que los celos remiten a la relación interpersonal, de alguna manera; una vez más, nadie siente celos de perder algo inherente a uno mismo, como por ejemplo una parte del propio cuerpo. Los celos se instauran en relación con una apropiación que no es constitutiva de la individualidad del sujeto; sino de una apropiación relacional -con un “otro”- a la que uno se ha apegado, por alguna razón.

Cuando los celos aparecen ya en la relación entre hermanos, estamos frente a los celos infantiles; posteriormente, en la vida adulta, pueden aparecer en la relación de pareja . También se pueden sentir celos más allá de la relación de pareja, siempre en una relación personal; compañeros, amistades, familiares, etc. Aquí podría surgir una pregunta, pues: ¿los individuos celosos en su infancia, de sus hermanos, pueden sufrir de celos de su pareja, posteriormente? Pero, los celos infantiles ¿qué los mueve? ¿De qué se han apropiado los niños que puedan temer perder? Obviamente, del cariño de sus padres.

Los niños, especialmente los muy bebés, crecen y se desarrollan gracias al cariño de los padres; de manera especial, en las fases de mayor dependencia, de la atención materna, o de quien realice esa función materna. Las teorías psicológicas del desarrollo infantil sugieren que, al principio, el bebé se unifica con su madre; se siente uno con ella, hasta que las experiencias de frustración le van separando de ella, concediéndole su propia individualidad separada. Esta individualidad es una adquisición dolorosa, producida por la presencia de la frustración; la de entender que el otro no es yo.

El apego al otro.

Desde nuestra más tierna infancia nos apegamos a nuestras madres -o a quienes hacen esa función. Los orígenes de la vida mental se deben a este apego a las figuras nutricias: madres, primero, padres, después. Así, cuando el bebé se apropia de su madre de quien obtiene satisfacción, de alguna manera, sabrá, más adelante, que se ha apropiado de algo que no es si mismo, pero que lo necesita.

El apego al otro es indispensable para la sobrevivencia humana. Sin apego, sin vínculo de apego, no hay crecimiento humano -ni animal- posible. Konrad Lorenz estudió el apego en los patos y sus estudios observacionales le sugirieron el hallazgo del concepto de “impregnación”; los patitos recién nacidos se impregnan de cualquier objeto al que ven moverse, al que se vinculan, convirtiéndolo en su propia madre.

Estilos de apego.

¿Qué puede pasar en la experiencia de apego originaria con la propia madre? Los expertos hablan de tres posibilidades de apego: seguro, evitativo y ambivalente. El apego seguro lo promoverían aquellas madres que se vinculan de manera incondicional con sus bebés; en esta incondicionalidad el bebé recibe afecto, aceptación y valoración de manera robusta, lo que provoca confianza en el bebé. El apego evitativo sería el resultado del fallo del apego seguro por parte del cuidador; la consecuencia de este fallo es la distancia que se genera en el bebé que siente que no puede confiar en el otro. El apego ambivalente promueve la inseguridad en el bebé, quien no puede contar con la disponibilidad incondicional del afecto de su cuidador; en consecuencia, sufre inseguridad y preocupación respecto de la disponibilidad emocional de sus cuidadores.

Está claro que el estilo de apego seguro no debería facilitar la experiencia emocional de sentir celos, en proporciones exageradas. Por el contrario, el estilo de apego ambivalente sí podría ser inductor del dolor que suponen los celos; por cuanto la persona no puede sentir la seguridad y la confianza que su estilo de apego infantil le ha inducido. El estilo de apego evitativo podría ser también facilitador de los celos, por cuanto el sujeto estaría entrenado a desconfiar de la intimidad emocional para evitar sufrir.

¿Qué indican los celos?

La personas que sienten celos muestran que no tienen seguridad en si mismas; por algún lado se le infiltra alguna amenaza a su seguridad emocional en su relación, la que sea. Como hemos indicado anteriormente, la amenaza es alguna forma de dolor por la pérdida. Así, podríamos afirmar que la persona que siente celos fácilmente sería una persona que tiene su autoestima frágil; su estabilidad emocional es frágil y su seguridad, también.

¿De qué pueden servir los celos? Pueden ser la ocasión para conocerse mejor a uno mismo. La emocionalidad de los celos puede servir para que la persona que los siente pueda despertar la indagación por la causa o la consecuencia de los mismos. El resultado puede ser la ampliación del autoconocimiento. Sin duda, esta indagación se puede ver facilitada por el diálogo con un tercero; mejor si se trata de un tercero cualificado como puede ser un psicólogo adiestrado en la comprensión de la mente.

En nuestra experiencia profesional somos testigos de la presencia de los celos, de manera especial, en las relaciones sentimentales de pareja. Tanto en hombres como en mujeres.

Rostro de mujer sintiendo celos
Rostro de mujer sintiendo celos

Celos normales y celos patológicos.

En las consultas con muchos pacientes aparecen los celos como motivos de consulta, conscientemente; especialmente en jóvenes que por la edad se ven expuestos a la amenaza en la continuidad de sus relaciones sentimentales. En otras palabras, el temor a ser dejado por otra persona. Ciertamente, en la juventud y en el adulto joven esta experiencia es frecuente y, también, frecuentemente temida.

En la madurez de la vida de los adultos la estabilidad de la relación sentimental disipa el temor de los celos. Podríamos decir que el apego al otro se ha hecho seguro por la continuidad de la relación, salvo excepciones; haberlas, las hay. En cambio, en la madurez adulta sí se aprecia la presencia de los celos patológicos en algunas personalidades desconfiadas de base. En casos extremos los celos se hacen irreductibles y la persona que los siente puede instalarse en una celotipia delirante muy dolorosa; y de muy difícil modificación.

Así, la diferencia entre los celos normales y los patológicos estaría en la intensidad del temor de la pérdida del amor del otro. Si el dolor o el temor de la pérdida del amor del otro no es reductible, estaríamos ante los celos patológicos. Si ese temor se desvanece ante la experiencia de la confianza reiterada de la incondicionalidad del amor del otro, ante los celos normales. En otras palabras, si los celos promueven la negatividad en la relación, estamos ante los celos patológicos. Si los celos promueven el vínculo, ante los celos normales.

Los celos como aviso.

¿Son los celos una indicación de anormalidad? Depende. Están también los casos en que los celos avisan de algún distanciamiento que se esté produciendo en la relación. Los celos pueden ser un indicador, también, de que algo no está yendo bien en la relación con el otro. En muchos casos, la presencia de los celos es la señal que avisa de que hay distancia emocional; a veces, esos celos son tachados de patológicos por parte de la pareja y los hechos confirmarán, posteriormente, la realidad de una tercera persona. Lo hemos confirmado en muchos casos, lamentablemente, en las narraciones de muchas pacientes, mayoritariamente, mujeres. Los celos en las personas que los sienten pueden presagiar la ruptura de la relación.

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